14/7/04

Luz verde. Libre
El taxista parece ser, visto desde atrás, un ser peculiar por definición. Igual es que en el momento de sacarse la licencia les exigen hacer algo raro, rollo “el Semáforo”, y si no es suficientemente original se quedan sin, no lo sé, igual soy yo que los veo con malos ojos.
Hoy, por ejemplo, he cogido dos taxis para ir del aeropuerto de Madrid al centro y vuelta. El primero era un hombre mayor que casi no llegaba a los pedales y que miraba la carretera por entre las aspas del volante. Tenía una voz de doblaje a lo Steven Seagal que no le pegaba en nada, y se ha pasado el trayecto cargando como para echar un lapo de campeonato que finalmente no ha salido (gracias a dios, podría haber herido gravemente algún peatón). De fondo sonaba flamenco.
El de regreso no ha callado ni un minuto. Charlaba de cualquier cosa, y él mismo se retroalimentaba generando nuevos temas de conversación. Ha empezado a hablar de la cantidad de hoteles que hay en Madrid y no ha parado, me parece que me los ha mencionado a todos el cabrón. En un momento del monólogo, cuando yo ya había desconectado, he escuchado que algo estaba “por orden analfabético” y me ha costado horrores no ponerme a llorar de la risa, vaya crack.
Y que conste que yo no tengo nada en contra del colectivo de taxistas, que gracias a ellos...mmm... bueno, que a veces cojo un taxi.

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