6/6/05

Piezas que construyen el domingo
El domingo te levantas tarde, cansado. No hay resaca, no normalmente, solo estás cansado y raro. Deambulas por la cocina y el comedor, pones una lavadora, enciendes el móvil y te llega algún mensaje de llamada perdida. El ordenador está encendido, así que vas para allí y miras si alguien ha dicho algo. Nada. Ya puestos miras el Messenger y te encuentras la gente de los domingos. Conversaciones pausadas, por favor. N está feliz, ha tenido suerte, pero más la ha tenido él. J me cuenta que ha subido y se la ve contenta; después se preocupa por mis asuntos y me hace sentir muy a gusto. Suena el teléfono. Comida precocinada y ducha apresurada.
Misma terraza, mismo sol. Nestea y conversaciones con Vince y Martillo. No hay ninguna prisa, solo disfrutas del momento con total naturalidad. No querría estar en ningún otro lugar. Poco a poco el sol se oculta detrás del edificio.
Coches y para el zulu. A se añade al grupo y nos vamos a un bar de ancianos a tomarnos un café con leche en vaso. Nos pica la curiosidad así que pedimos un dominó y hacemos unas partidas improvisadas. Conceptos importantes: Cuenta hasta 7 y, sobretodo, pica fuerte con la ficha sobre la mesa. En el zulu A y yo improvisamos con la guitarra mientras los otros cantan. Hotel California en modo rumbita, Carolina y Sin documentos. Disfrutamos un montón a pesar de lo mal que suena. Me siento muy bien.
Vince y yo nos vamos a cenar al Viena. Un país, un alpino y una clara. Después hablamos de la vida, de las pequeñas cosas que deberían hacerme feliz. Siempre terminamos así, hablando durante horas de filosofía cuotidiana.
Regreso a casa tarde. Escribo el post que ya hace rato que está en mi cabeza y me voy a dar vueltas a la cama. Mucho más tarde consigo dormir.

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