Bocata y periódico
Estoy en camino hacía el Nirvana profesional (espero no terminar como Kurt). Al contrario de lo que podáis pensar, este proceso de descubrimiento interior no termina con la autorrealización profesional, que va, más bien todo lo contrario. Este proceso finaliza cuando uno se convierte en un funcionario, literal o metafórico, da igual, lo importante es el concepto “funcionario”. Grabároslo en la mente.
Un funcionario no se implica con su trabajo. Va al lugar donde tiene que ir, hace las horas que le tocan, traga con lo que venga sin inmutarse y se va a casa. En cuanto sale por la puerta su mente se vacía de pensamientos laborales (si es que en algún momento no lo ha estado). Un funcionario está por que tiene que estar, por que la efectividad y la eficiencia de las empresas no serían prácticas sin su presencia, serían excesivas y atentarían contra la ley de mercado más básica: “Todas las empresas dan un mal servicio”.
Podría parecer que esto es fina ironía (eso si no me conocéis, claro, lo mío es más bien burda tontería). No, compañeros, es admiración. Realmente quiero ser como ellos, quiero pasar absolutamente del trabajo, de los comentarios del jefe o de si las cosas se hacen bien, mal o ni se hacen. Estoy en el buen camino, lo sé, todo es cuestión de tiempo, paciencia y oídos sordos.
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