5/9/05

Mira que ardillita más mona
Uno de los recuerdos más vivos de los muchos viajes que he hecho a países exóticos y lejanos (Andorra, Portugal y asín), son los animales. No, esta vez no me refiero a los aborígenes, sino que hablo de los auténticos animales. Todavía hoy me sorprendo de que en parques públicos, en el centro de la urbe, te puedas cruzar con ardillitas de cuento que sin miedo alguno se te acercarán si les das cualquier cosa comestible. Llamadme crío (crío!!!) pero no lo puedo evitar, me parece salido de una película de dibujos animados tipo Los rescatadores en Cangurolandia (eso si es un clásico del séptimo arte).
Y vosotros os estaréis preguntando a que carajo viene esta historia, verdad? “Este tío ya no sabe que postear”. Pues tenéis toda la razón del mundo, ya no sé que os puedo explicar que no sepáis, pero esta vez no divago, todo tiene un objetivo, dadme unas líneas más, leches.
El tema es que el otro día estábamos paseando M y yo por una zona llamada Sagrada Familia. Igual os suena; hay una catedral rarísima, enorme y que no se termina nunca. También hay, y allí es donde voy, muchos tipos con cámaras retratando de forma casi compulsiva cualquier cosa digna de ser enseñada a parientes y amigos. Vaya, que es posiblemente el lugar más turístico de Barcelona, donde seguro pasará cualquier visitante.
En el parque colindante andábamos cuando se nos ocurrió sentarnos un ratito, descansar tranquilamente y relajarnos de tan ajetreado domingo de sofá y televisión. De repente, out of the blue que dirían los guiris, vi que algo se movía por el suelo. Mi vista da poco de si, ya lo sabéis, pero es que además ya estaba anocheciendo, así que tardé unos segundos en darme cuenta que aquello no era una ardillita de esas tan monas, sino una rata de ciudad de aquellas tan gigantes, de las que a uno no le gustaría tener que enfrentarse. Un puto monstruo de la naturaleza. Tras mudarnos de banco, a unos cinco minutos, ya teníamos a otro animal de esos a menos de un metro, tan pancho, como esperando que alargásemos la mano para darle un cacahuete y dejarnos sólo con el muñón del mordisco. Peazo bicho. Peazo asco.
En resumen. Nunca suficientemente apreciado Sr. Joan Clos Van Dame, haga el favor de limpiar el puto parque (y ya puestos la ciudad en general), de asquerosas ratas mutantes gigantes, que se convierten en el recuerdo de muchos turistas que nos visitas durante el verano proporcionándonos sendos beneficios (a mí directamente no, ninguno, una pena). Gracias. Un beso.

No hay comentarios: