Estudio sociológico de andar por casa
Hace ya bastante tiempo os hablé de un compañero al que le gusta muchísimo escucharse a si mismo (incluso más que a mi, imaginaos!). Un amigo, por que no deja de ser un buen amigo, al que una vez se le ocurrió preguntarme “Y tu qué tal?”, y antes de que me diese tiempo a reaccionar él ya estaba contándome no sé que aventura que le había pasado. Tras muchos viajes en coche compartidos he adquirido la habilidad de asentir con la cabeza y formular preguntas para parecer que estoy escuchando, mientras mi celebro dedica su tiempo a cosas más productivas como, por ejemplo, mirar las matriculas de los otros coches.
Recientemente este compañero me ha presentado a un amigo suyo que, ver para creer, es todavía peor que él. Cualquier conversación en la que esté presente este tercer sujeto tiene que convertirse en una clase maestra del tipo, donde sólo habla él y sobre él. Anécdotas, batallitas, cuentos chinos y demás parafernalia que no invita al diálogo ni a la disputa; claro, que vas a decir a un tío que te cuenta las batallitas de cuando entrenaban en medio de la montaña con sus katanas y una docena de sandias?
Conociendo perfectamente al Sujeto 2, en el momento en que vi del palo que iba el Sujeto 3 se me planteó un serio problema Sociológico: ¿Cómo pueden llevarse tan bien estos dos personajes de carácter dominante y agresivo (según teoría Agresiva-Asertiva-Pasiva)? Tras unas cuantas quedadas más he podido deducir que hay un macho dominante (Sujeto 3) que ha anulado casi en su totalidad el afán protagonista de su compañero. Es más, este último luce ante sus compañeros a su líder como el que se pavonea de su novia modelo. En este caso, la perdida de poder (del liderazgo verbal) no ha representado un trauma para el sujeto perdedor, aunque si lo ha representado para el resto de amigos que tienen que aguantar el plasta nuevo con una sonrisilla, un meneo de cabeza y unas preguntas como haciendo ver que se le escucha.
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