6/5/04

Perdido en la cocina
El martes estaba hecho polvo. Que si preparar la cena, la comida del miércoles, la lavadora, poner orden, plegar la ropa, tocar un rato la guitarra y postear. Todo desde las 7:30 que llegué a casa y hasta la hora de acostarse. Si señores, esta es la vida del típico Rodríguez de entre semana, especie a la que por unos días me he unido con motivo de las mini-vacaciones familiares.
Hoy jueves las cosas han cambiado, no mucho, pero lo suficiente como para relajarme y estar seguro de que algún día seré un exitoso amo de casa. He pillado el tranquillo a todas esas tareas que habitualmente se hacen de forma espontánea y casi milagrosa en nuestros hogares (algunos atribuyen este suceso a la existencia de una extraña raza a la que llaman “madres”, pero no se ha conseguido demostrar). El truco está en seguir tu propio ritmo de vida, no el que te marca reloj. Tu vas haciendo tus cosillas parando cuando tengas hambre o te apetezca cambiar, sin mirar que hora es o que se supone que deberías estar haciendo. Sin saber muy bien como, verás que incluso dispones de algunos minutillos libres, durante los cuales podrás pensar en lo bien que viven los jodidos ricos sin tocar una puta fregona.

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