Malo, malo eres
Al contrario que el título de la canción, uno es bueno, demasiado bueno, tanto que a veces pasa por gilipollas. La gente me hace bromas y yo intento sonreír. Aunque tenga un mal día, trato bien a todo el mundo. Es la ley del “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen” aplicado al máximo exponente. A mí no me gusta que la gente me pegue broncas y por lo tanto yo no lo hago. Me gusta que me traten bien, por eso trato bien a la gente. Es sencillo, seguro que habéis captado la idea.
Lo que pasa es que hay personas que piensan que reírse en tu cara es una broma, que es gracioso y que me partiré la caja. Y no, no me hace ni pizca de gracia. De hecho, lo único que me apetece cuando, como hoy, una secretaria que no acepta lo que es te pisa sin venir a cuento, es responder con un buen ataque. Y entonces que pasa, que el bueno de nuncanada se convierte en “ese cabrón sin corazón”. Pues si, igual es eso lo que soy, pero no pienso dejar que nadie, y menos una secretaria amargada, se ría de mí. Me parece que hoy le ha quedado bien clarito.
Este nuevo paso en mi camino a la soledad significa, por lo pronto, que he perdido la relación con el principal lobby de la división, con los que tomaba el café por el simple hecho de no tomarlo solo. Son los autodenominados “guapos de la división”, influyentes en las semi-altas esferas que ejercen de chulitos en ausencia de estos. Un conjunto lamentable.
Por favor, si alguno de los lectores tiene un hotelillo en Costa Rica que me avise que voy para allá aunque sea de camarero. Gracias.
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