Tomás Moro
Los medios de comunicación nos avasallan con manifestaciones de "amor" hacía el cadáver inerte del Papa. Ante estas imágenes se me ocurre que la línea que separan la admiración y el fanatismo integrista es muy delgada, tan delgada como el cuerpo de letra del titular que encabeza el noticiario. Vaya, que las diferencias entre el peregrinaje a la Meca y la visita al Papa muerto dependen solo de la opinión mediática y, claro está, del país donde se vea.
Cada vez estoy más seguro de mi agnóstico no practicante, aunque no deja de preocuparme. Encuentro que es la respuesta más lógica y razonable ante la duda de nuestra paternidad (filosóficamente hablando), pero como respuesta es vaga e incompleta. Lo mismo me pasa con la política, que mi falta de fe en ella debería ir ligada a una solución posible, por más utópica que fuese. La verdad es que no encuentro tal solución ni a una cosa ni a la otra, no es ninguna novedad, si la tuviese sería un sabio muy sabio, y ni siquiera llego a la categoría de listo.
Me parece que hoy se me ha ido. Mezclar política y filosofía en un solo post sólo puede servir para una sola cosa: demostrar mi total ignorancia en ambas disciplinas. Es que llevo unos días pensando demasiado, no en esto, sino en aquello y en lo otro. Ya no sé si el insomnio es una causa o una consecuencia. Ahora divago, lo que faltaba. Me voy.
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