16/5/05

Relojes sin manecillas
Me gustan los días que empiezan pronto y terminan tarde. Álbumes de horas con colores y dibujos variados; me divierto repasándolos y acordándome de cosas que pensaba.
El domingo fue largo. De 9 a 7. Muchas horas y muchas cosas. No las repasaremos todas, solo las últimas.
De noche, inesperadamente, regresamos a los orígenes: botellón delante del tanatorio y un Razzmatazz tranquilísimo, sin colas ni empujones, daba gusto. Durante unas cuantas horas me sentí protagonista de una novela de Palahniuk o Lipsyte, un personaje decepcionado con la vida y la sociedad al que le encanta ser tan lamentable como es, que disfruta jugando en su propia infelicidad y sobrevive a base de cinismo. No soy así, bueno, no normalmente, pero me encanta sentirme así cuando paseo por las diferentes salas del local cubata en mano. Después regreso con lo que queda del grupo y nos ponemos a gritar y botar como posesos con Suede y compañía.
De regreso se pone a llover. Medio estoy, medio no estoy. Voy preparando un post mentalmente al ritmo de los ruiditos que producen los limpias del coche de R, un post que sé que mañana ya no existirá, que se habrá borrado de mi memoria, que no habrá existido nunca.
Ahora, mientras escribo esto, me planteo si debería preocuparme o no que mis posts se malentiendan. Si debería importarme que todo lo que escriba os parezca que es pesimista, cuando en ocasiones para mi no lo es.
Creo que no. No, definitivamente, no me preocupa.

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