Un día cualquiera
No me levanto de la misma forma, sé perfectamente que hoy es un lunes especial. Empiezan a pasar las horas y el silencio del teléfono crece al mismo ritmo que mis nervios. Finalmente llama el futuro jefe. Cerramos el tema de los dineros en una negociación win to win en la que los dos salimos ganando. Ahora toca lo duro. El amigo J me pasa un modelo de carta de dimisión. Mejor me espero a después de comer, ahora me flojean las piernas.
Llega de comer el jefe y ataco de inmediato. Taquicardia. Le doy la carta y el me dice que ya se lo imaginaba, lo cual no dice mucho a su favor por que yo mismo le conté que estaba haciendo entrevistas. Ningún problema. Después, hoy, me ha comentado que no va a hacer contraoferta por que sabe que no es un problema de dinero. El peso que me quita de encima. Paso el resto de la tarde medio aquí medio flotando en una sensación bastante extraña.
Salgo puntual y para Sabadell. Hoy reservamos todo lo de las vacaciones, o sea, una semana en Tenerife. Espero encontrar lo que busco: relax. La chica de la agencia es realmente agradable, ya no me acordaba de lo que es una dependienta simpática, da gusto. Después un helado para celebrarlo.
Llego a casa y decido hacer un "post abierto", por decirlo de alguna manera, ya que todo es muy reciente y aun no tengo muy claro como explicarlo. En el messenger me cuentan una historia de terror. Un infierno personal, real. Me hago pequeño, muy, muy pequeño en mi butaca, delante de la pantalla, con el corazón en un puño y un nudo en el cuello. Me gustaría abrazarla durante días.
Finalmente, por si el día hubiese resultado aburrido, me entero de que algunas de las pajas mentales que había montado para olvidarla son falsas. Toca volver a jugar a “Los Defectos” con ella. Tócate los huevos.
Me voy a dormir y duermo. A pesar de todo lo que ha sucedido, a pesar de todas las películas que mi cabeza podría montar con muchos más motivos de los habituales, a pesar de todo, duermo.