17/1/06

Silencio
Como Ann, que buscaba su momento de trascendencia sin éxito en “Mi vida sin mí”, yo también busco el mío sin encontrarlo. Supongo que sólo pasa en las películas, aunque creo que Ann no pensaría lo mismo.
Si ella lo esperaba con los brazos abiertos debajo de la lluvia, sobre la hierva mojada, yo lo hago mirando una piscina cada día. No le dedico mucho tiempo, como mínimo no tanto como me gustaría, sólo el tiempo justo de pasar a su lado cada mañana. Es una piscina gigante, de un azul intenso. De sus aguas calientes huye vapor, mucho vapor que nubla la vista y crea un paisaje extraño, casi hipnótico. En él te perderías como si fueses una partícula de vapor desordenada, dejándote llevar por las fuerzas de la naturaleza.
Un momento de trascendencia es aquel en el que el protagonista de la peli ve las cosas claras. Una luz le ilumina diciéndole quien es, de donde viene y donde quiere llegar. Es la linterna que ilumina tu mapa, un mapa que llevas gravado en tu alma pero que no eres capaz de ver perdido como estás en el reloj, el trabajo, el dinero... Es verse a uno mismo desde fuera y tener una imagen clara de quien es ese tipo. Es deseable, o no. Lo es si tienes que salir reforzado, si realmente funciona y te devuelve la visión de tus objetivos. A mí me daría miedo y, bien pensado, no sé si lo quiero. Prefiero andar perdido en el día a día a saber que estoy más perdido de lo que creía. Creerme poco a saberme nada. Esperar al tiempo a perder la esperanza en él. Prefiero nadar en esa piscina azul y caliente a ver que, en realidad, no hay piscina.

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