Vivir sin. Parte 2. El secreto
Mucho más grande que el misterio de la santísima trinidad, y algo mayor que el de los reyes magos, se esconde ese gran misterio que sólo descubrimos al emanciparnos de casa. A aquellos de vosotros que todavía no hayáis hecho el paso os aconsejo no continuar leyendo, ya que hay cosas que es mejor no saber; la mente humana es débil y no está preparada para asumir determinadas verdades.
Lo diré. Allá voy. Sólo espero que las generaciones venideras no me juzguen muy duramente por haber desvelado el secreto. Señores y señoras, amigos y amigas, debéis saber que la ropa sucia no pasa del suelo al armario, limpia y planchada, por obra de dios nuestro señor. Tampoco es por arte de magia ni por extrañas leyes de la naturaleza. No señor, aunque resulte sorprendente y casi incomprensible, alguien tiene que realizar el proceso de: recogida del suelo, lavado, planchado y almacenaje. Es así, no os miento, no me gusta bromear con cosas tan serias.
Es ahora y sólo ahora cuando entenderéis muchas cosas, cuando empezaréis a atar cabos. Ahora ya sabéis a que venía el dolor de espalda de vuestros familiares (normalmente madres), las malas caras cuando tirabas a lavar una camiseta pocas horas después de ponértela, la funcionalidad de aquella máquina blanca que hay en el patio de luces y mil cosas que se te ocurrirán poco a poco.
Es duro asimilar una noticia de esta envergadura, así que os aconsejo tiempo y reposo. Es más, lo necesitaréis mucho ya que debéis coger fuerzas, lo peor todavía está por llegar. Sí, por que lo más duro es que en cuanto os emancipéis, este proceso lo tendréis que hacer vosotros!
No tengo palabras. Estoy conmocionado.
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