6/11/03

Cosas que solo me pasan a mí
El pasado martes me presento a las 8 de la mañana en un hotel tal como quedamos con mi futuro jefe. Allí está el autocar y todo el montón de gente que participará en la convención de ventas menos la única persona que conozco, que vendrá tarde. Me doy a conocer y me presentan al chico que hasta ahora ocupaba mi sitio. Durante el trayecto hablo con este, que me cuenta cosas de la empresa e intenta acojonarme. No tiene éxito, pues aunque diga la verdad, se le ve de lejos que es de los que se toman las cosas demasiado en serio. Después, de 12 a 3, unas conferencias rollo sobre unos productos, unas funciones, unos componentes mecánicos y unas siglas que no conozco. Hago esfuerzos sobrehumanos para no quedarme dormido en la silla, pero no consigo evitar los bostezos.
Por la tarde dos horas más de lo mismo. Esta vez se añaden discusiones entre los presentes por motivos que no vienen al caso (vaya, que no tengo ni guarra idea de lo que decían). En mitad de la reunión a alguien se le enciende la lucecita y me presenta al resto. Bien, ya era hora.
Al terminar las reuniones quedamos en una hora y medía en el centro de Barcelona. Como todo el mundo pasa de mí cojo el coche y para allí que voy. Doy una vuelta por el barrio y me pongo en camino hacía el punto de encuentro, el bar “El bosc de les Fades” (Camí de la Bolsa, junto a Ramblas). Me pierdo pero finalmente llego. Al principio las únicas personas con las que había hablado no estaban, así que me corto. Me tomo un par de claras y ya estoy charlando con mis futuros compañeros de curro.
Aquí viene lo guapo: Al salir del bar, en teoría para ir al restaurante, nos paramos en el Museo de Cera. Nos abren las puertas y nos encontramos con un espectáculo rollo túnel del terror, pero con cena incluida. Ahora imaginaos aquí al “valiente” rodeado de gente que no conoce, en un túnel del terror (los había conseguido evitar hasta la fecha sin quedar como lo que soy, un cobarde), con la peña chillando, gritos y voces raras pregrabadas y tipos disfrazados. Menudo papelón.
La cena estuvo bien, y la gente de al lado se enrollo y estuvo bastante distraído. Durante los postres llegó el momento de hacer la ola a lo largo de toda la mesa. Reconozco que, aunque la hice, me estaba ahogando de vergüenza.

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