27/11/03

No cruces la calle
Si por la calle os encontráis a un hombre de casi 50 años con el pelo a lo Cesar, mirada perdida como de loco, sonrisilla de sátiro, andar de persona patosa, vistiendo un traje corto y anticuado que vais a pensar? Posiblemente que es un tirado, una persona en la cual no confiaríais jamás en la vida. A nivel personal nunca se sabe (cada oveja tiene su pareja), pero profesionalmente pensaríais que nadie debe haber depositado mucha responsabilidad en él ya que tampoco hubiese dado la talla.
Este personaje que he descrito no está sacado de un cómic ni de una película porno (aunque podría ser), si no que es nada más y nada menos que mi jefe. Si señores. Es todo lo que yo he dicho, pero también es uno de los mejores profesionales con los que he trabajado. A pesar de lo que parezca, es un líder nato capaz de motivar a la gente, confía plenamente en sus empleados, es un buen comunicador y una persona de palabra. Es el responsable de una división importante de la compañía, y lo respetan y admiran incluso las personas que por antigüedad deberían ocupar su cargo.
Pero claro, hay un problema. Siempre hay alguno y normalmente no hace falta rebuscar demasiado para encontrarlo. Lo que pasa es que en una empresa de este tipo solo el propietario y sus afines (parientes todos), tienen el poder necesario para tomar las decisiones estratégicas importantes, cambiar políticas corporativas o innovar. Así que mi jefe poco puede hacer, debe jugar con las cartas que le entregan a pesar de no ligar ni un simple trío.

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