De Bisbal a Ernst Bénax
El sábado surgió una cena con los amiguetes donde se trató el tema del nacionalismo y la rivalidad Catalunya-España. Salieron los mismos puntos de siempre: que si el barça, que si la pronunciación anglosajona de los nombres catalanes, que si la manipulación de los medios, que si el futuro del catalán... nada nuevo. No llegamos a ninguna conclusión (tampoco era el objetivo), y al cabo de un rato nos movimos a conversaciones más banales y más apropiadas para charlar delante de una pizzas precocinadas.
Más tarde, después de visitar un par de bares, llegamos a nuestro destino final, la discoteca/carpa del pueblo. Es importante llegados a este punto del post, recalcar que el “pueblo” tiene ya 72.000 habitantes y está considerado el más caro de toda Catalunya y, por defecto, de los más caros de España. En esta discoteca se mezclan los diferentes estratos económicos de la sociedad, que abarcan de la clase Media-Baja a la Alta.
Pues bien, estaba yo perdido entre el ritual de apareamiento en que se convierten estos sitios, cuando de golpe la gente empezó a aplaudir y chillar como de placer. Yo no tenía ni idea de lo que pasaba, pero me imaginé que tenía algo que ver con la cancioncilla que justo empezaba y que a los pocos segundos estaba diciendo algo así como “Bollería, bollería”. En estos momentos se me ocurrió pensar en la conversación mantenida durante la cena y en lo que realmente mantiene a las diferentes gentes de este país unidas: La horterada padre.
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