5/4/04

Espíritus errantes
En ocasiones veo fantasmas. Si, os lo prometo. Y no sólo eso, si no que incluso los he podido clasificar en dos tipos distintos. Ambos habitan en mi empresa, ya estaban cuando llegué y supongo que no se irán conmigo, ah, y no soy el único que los ve, que lo he preguntado y eso.
Los primeros y más abundantes son los típicos fantasmotes de pelo engominado, traje carísimo y una aura de divinidad que les distingue. Acostumbran a ser muy poderosos, y conviene siempre agradecerles el hecho de que te hayan perdonado la vida.
Pero a mí los que más miedo me dan son los segundos. Los fantasmotes puede llegar a ser incluso graciosos, pero este segunda clase te hace estremecer, en serio. Son los fantasmas de verdad. Deambulan por la empresa con paso cansino, sin hablar con nadie y con unas caras largas e inexpresivas. Nunca se les ha visto hablar con nadie. Te los cruzas cuando van de camino a la máquina de café o a la hora de fichar, este es todo el contacto que debes tener con ellos. Como buen estudioso del tema “para-anormal”, he sacado mis propias conclusiones. Estoy seguro de que eran personas normales que iban a la oficina con sus compañeros, pero sin que se diesen cuenta la empresa les robaba cada día un poquito de su alma. Ahora que ya la han perdido toda no son más que recipientes vacíos, cuerpos que caminan por los interminables pasillos de la empresa en busca de aquello que les daba ilusión y esperanza.
Verdad que da miedo pensar que algún día puedas ser uno de ellos?

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