6/10/04

Superhumanos (Vol. 2): El Hombre de fuego
Los padres de Tapali pronto advirtieron lo que pasaba. Es normal, al ser el único varón de sus seis hijos, era él quien recibía todas las atenciones y alabanzas. El futuro de aquella humilde familia del barrio de Kalkaji Mandir, al sur-este de Nueva Delhi, recaía en las pequeñas manos de un niño de tan solo 2 años.
Tapali mostró desde su más tierna infancia un magnetismo especial por el fuego. Se quedaba horas mirando la lumbre con la que su madre calentaba la comida, y jugaba con sus deditos señalando las llamas y moviéndolas con su danzar. Pronto esta actividad inocente se convirtió en una pesadilla para sus padres, fue al ver que las llamas parecían moverse a su ritmo, y no al revés. Los poderes de Tapali eran inimaginables.
Tras muchas gestiones y recomendaciones, finalmente los padres lograron contactar con el presidente de la Escuela de Jóvenes Superhéroes, quien mostró mucho interés en que un niño con tales poderes ingresase de inmediato en su centro para algún día convertirse en alguien respetado y admirado. La familia no pudo rechazar tal oferta, y Tapali fue transportado hacía aquella extraña mansión perdida en un gigantesco bosque de Canadá. Nadie podía esperar lo que allí aconteció.
La separación de su familia, que le había querido y protegido más que a cualquier otro niño de Nueva Delhi, supuso un trauma para el joven Tapali. Quien podía imaginar que con tan solo 2 años fuese tan consciente de lo que pasaba a su alrededor; pero lo era. La misma noche en que llegó a la Escuela de Jóvenes Superhéroes, Tapali mostró su infinita furia incendiando las paredes de madera, las cortinas, los muebles, la cuna y cualquier cosa que encontró en su habitación. Pronto las llamas se hicieron dueñas del edificio, nadie lo pudo impedir.
Muchos fueron los superhéroes que la humanidad perdió en aquel bosque de Canadá, pero nadie informó jamás a los padres de Tapali de lo que allí había sucedido. Todavía hoy, en el barrio de Kalkaji Mandir, los vecinos se afanan en conseguir los periódicos diarios con la esperanza de ver algún extraño milagro producido por su héroe particular.

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